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Jose Castro

SNIACE.

Actualizado: 25 may 2020


EMILIO SILVA. Febrero 1.993.

Más de 900 trabajadores de la factoría SNIACE de Torrelavega, Cantabria, permanecen encerrados desde el pasado 15 de enero en demanda de un plan de viabilidad para la empresa. Es esta la última medida de presión de una serie de protestas que comenzaron en mayo del pasado año. Desde entonces la empresa adeuda 500 millones de pesetas en nóminas atrasadas. Esa deuda está llevando a muchas familias de la Cuenca del Besaya a situaciones difíciles y angustiosas.

"Si hay que salir a palos yo el primero, que tengo poco que perder", dice el luchador de Besaya, un jubilado de Torrelavega que tiene a sus dos hijos y a sus respectivas nueras participando en el encierro. "Qué voy a hacer, apechugar con los ocho nietos que tengo en casa y estirar la pensión para que todos comamos". Este hombre fue unos de los 38 heridos atendidos durante los disturbios del pasado mes de septiembre y dice estar dispuesto a cualquier cosa con tal de sostener un futuro económico para la zona. Muchas personas piensan como él respecto a lo que les espera: "tendremos que protagonizar un segundo Reinosa; parece que recibir palos de la policía es la única forma de que se llegue a dar solución al problema".

La factoría SNIACE se dedica a la fabricación y tratamiento de derivados de la celulosa, desde que fue construida por presos republicanos en los últimos meses de la guerra civil. Durante muchos años fue dirigida por mandos militares. En 1979 tuvo su primer balance de resultados negativo. Dos años después el Banco Español de Crédito adquirió el 26% de las acciones, siendo así el principal propietario.

"Dejaron de renovar la maquinaria, no invirtieron capital para modernizar el proceso de producción y además nos han quitado todos los servicios a los que antes teníamos derecho". Carmen, operaria de la empresa, pudo llevar a sus hijos a un colegio gratuito y habitar una vivienda de la empresa por la que pagaba un alquiler simbólico. Durante muchos años SNIACE representó la cima del "paternalismo" del régimen anterior. Sus trabajadores disfrutaban de unas prestaciones y servicios ejemplares. "El mayor error que ha cometido esta empresa ha sido no haber articulado una transición económica que le hubiera permitido salir de la autarquía de modo rentable", explica un trabajador desde el lado interior de la reja, expresándose como un experimentado analista económico.

El 1 de marzo de 1992 se solicitó en el Juzgado número 20 de Madrid la tramitación del expediente de suspensión de pagos que fue cursado al día siguiente. Desde entonces los cobros se han efectuado de forma intermitente. Actualmente a cada trabajador le faltan por cobrar una media de 500.000 pesetas.

El plan de viabilidad, confeccionado por los representantes de Banesto, prevé la conservación de 210 puestos de trabajo, la jubilación anticipada de 290 y el resto se quedarán sin empleo. Muchos trabajadores de Sniace opinan que la empresa reúne condiciones de mercado que posibilitan su rentabilidad. Lo mismo deben pensar los titulares de los 5000 empleos indirectos que genera en Torrelavega el funcionamiento de la fábrica.

Las movilizaciones comenzaron hace nueve meses. El peor momento de todos fue el del enfrentamiento con la policía en septiembre de 1992. Recibieron atención médica 18 personas y los detenidos se contaban por decenas. Ese día permanece en la memoria de muchos junto al temor y la ira: "Bajaba mi hijo la basura, le detuvieron y le molieron a palos" cuenta María que tiene encerrados a su marido y a un hijo. A José María Gruber, miembro del comité de empresa, le rebotó en la cabeza un pelotazo de goma y en seis meses no le ha vuelto a crecer el pelo sobre la herida. Numerosas denuncias fueron presentadas por vecinos de Torrelavega, todas ellas archivadas al no ser capaces los denunciantes de identificar a los policías agresores. En las conversaciones con afectados y no afectados los testimonios sobre aquella intervención policial se repiten, alentados por el dolor de una memoria impotente.

Desde que comenzó el encierro los alrededores de la factoría se han convertido en "la plaza del pueblo" para los ciudadanos. Durante todo el día se suceden las visitas de amigos y familiares. La ciudad se ha volcado en su causa. Los 3000 estudiantes de enseñanza media se movilizan casi a diario. El día dos de febrero ocuparon el ayuntamiento. Saben que el futuro es difícil y de la viabilidad de la fábrica depende para muchos la viabilidad de su porvenir.

Las mujeres también han asumido funciones reivindicativas. Frente al ayuntamiento han ubicado su "cántabra plaza de mayo". Todos los días a las seis de la tarde se reúnen en ella para manifestarse hasta la fábrica. Antes de llegar y durante dos horas interrumpen el tráfico rodado en todos los accesos a la ciudad. En su camino corean consignas contra el gobierno central, contra Banesto y cantan un himno de lucha que alguien compuso en una huelga anterior: "Es jodido que me exploten, porque he nacido pobre"...Los fines de semana se han reunido junto a la factoría hasta 12000 personas, dispuestas a mostrar su firme apoyo.

"Banesto envía constantemente representantes que no tienen ninguna capacidad de decisión y eso demuestra su interés por alcanzar un acuerdo" explica Juan José González, miembro de UGT. Muchos trabajadores acusan a la Corporación Industrial Banesto de querer deshacerse de la fábrica y le acusan de "realizar con un grupo industrial una política económica estrictamente bancaria". La Corporación disfrutó en 1991 de 11000 millones de pesetas de exenciones fiscales con el fin de que se revitalizaran algunas de sus infraestructuras. Los trabajadores de SNIACE dicen que desde entonces allí "no se ha invertido ni siquiera en mantenimiento". El 25% de las acciones que poseía la entidad bancaria ha sido vendido a un desconocido comprador que se ha transformado en el principal accionista. Banesto ha pasado de ser el mayor poseedor a ser el mayor acreedor sobre un patrimonio valorado en 31000 millones de pesetas.

El Comité de Empresa está compuesto por 23 miembros y muestra una peculiar composición representativa: ocho de UGT, siete del SU, cuatro del SIS (Sindicato Independiente de SNIACE), tres de CCOO y uno de USO. El pasado 3 de febrero tuvieron un encuentro en Madrid con el Director General de Industria, Antonio Fernández Segura, que se comprometió a mediar en el conflicto y exigió a los directivos la elaboración de un nuevo plan de viabilidad.

El encierro en la fábrica no es la única medida de presión. Desde el pasado 2 de febrero las mujeres de diez trabajadores y el marido de una operaria de la empresa ocupan una Sala de Comisiones de la Asamblea Regional de Cantabria. Fueron allí a solicitar una reunión en la que debían estar presentes; el presidente del Consejo de Administración de SNIACE, Enrique Quiralte, el vicepresidente de la Corporación Banesto, Arturo Romaní, un representante del Ministerio de Industria y una representación del Comité de Empresa. Al no ser convocada la reunión se quedaron.

El caso de SNIACE ha sido para los políticos regionales una patata caliente. Sólo M. Ángel Revilla del Partido Regionalista de Cantabria ha apoyado las reivindicaciones de los trabajadores. Revilla ofreció su despacho a las mujeres que ocuparon la Asamblea Regional, y periódicamente visita la fábrica. De los partidos con representación nacional Izquierda Unida es el único que ha mostrado un claro apoyo. El 22 de enero pasado, Julio Anguita visito casi de incógnito la factoría. Cristina Almeida estuvo allí el jueves 4 de febrero. Afirmó que "no es electoralismo cumplir con un deber" achacó como principal problema "la falta de capital que reconstruya una estructura obsoleta", afirmando que el gobierno central "mantiene con su política económica la España de las coyunturas y no la orienta a la creación de una España de las estructuras".

Por su parte, el presidente de la Comunidad de Cantabria, Juan Hormaechea, ofreció una rueda de prensa en Madrid afirmando que el gobierno cántabro ayudaría económicamente a solucionar el problema de SNIACE cuando el gobierno central se decida a resolver el problema.

Los más de 900 trabajadores continúan encerrados. Los días pasan y el dinero no llega a sus familias. Han tenido suerte con el tiempo: "el día que llegue el frío alguno se queda tieso". Por ahora el sol les ha acompañado y pueden pasear al aire libre. No descartan que la situación empeore y se radicalice. Están seguros de que la policía no se atreverá a desalojarlos: "La fábrica está llena de materiales peligrosos y siempre puede haber algún desesperado...". La incógnita sigue abierta; el Comité de Empresa quiere resolverla por el método de igualación y la Corporación Industrial Banesto quiere resolverla por el de reducción. Lo que todos esperan en la Cuenca del Besaya es que se resuelva lo antes posible sin que queden destruidos lo numerosos puestos de trabajo que hoy se ven amenazados.


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